sábado, 9 de diciembre de 2017

Cómo evitar las consecuencias del CLIENTELISMO POLITICO?


Las noticias revelan espeluznantes datos sobre la corrupción que ha consumido al anterior gobierno, cifras que superan la imaginación más tenebrosa de cualquier miembro de oposición o ciudadano y dentro de este enfermizo universo, encontramos flotando –a ratos desorientado- al Presidente de la República, que acaba su mandato casi casi forzando el cierre sobre la última hora, defendiendo a sus posibles sucesores –herederos de la revolución ciudadana- que se debaten entre los cuestionamientos de diverso orden por parte de la opinión pública.
Manejar el discurso por ejemplo, que el dinero recibido en calidad de coimas, no afecta al Estado, solamente puede decirnos que la corrupción es campante y que al Ex - Presidente ni siquiera le interesa disimular o, por el contrario, que al primer ciudadano no se le ha dado clases elementales de administración pública y por eso contribuye con sus declaraciones a semejante despropósito.
El gobierno correísta que tristemente nos dejo, ha tenido –hasta su fin- una gran capacidad de manejar el enorme capital social que acumuló a través del bombardeo mediático permanente sobre los ciudadanos que confiaron en él, cansados de treinta años de exclusión y la participación dominante de los partidos tradicionales con el subsecuente clientelismo político, en pocas palabras, el periodo mesiánico de diez años es una consecuencia y no la causa –como muchos erróneamente sostienen- del cansancio del pueblo.  Ya con Lucio pudimos ver que se fermentaba el descontento contra los partidos, con el voto de castigo que luego se convirtió en otra desilusión, pues Gutiérrez siguió la suerte de su antecesor, contra quien contribuyó en el forzamiento del abandono de la silla de Carondelet.
Como ganarle la batalla a este fenómeno es una excelente pregunta, pues ahora mismo nos encontramos con un nuevo presidente, donde muchos cifran sus esperanzas, porque hay que reconocer un hecho, EL CAPITAL SOCIAL DE RAFAEL CORREA FUE MUY GRANDE, y ahora ya ni gravitante.
Y con este trajín, observamos a muchos posicionándose del lado de Moreno, generalmente a través de agrupaciones más o menos organizadas, procurando obtener para después, el tan esperado intercambio que les conceda sus demandas, el que por ahora demuestra claros continuismos. Pongámosle el nombre que le corresponde.- CLIENTELISMO POLITICO.
Una definición aproximada sería intercambio de favores, de regalías post proselitistas, gratitud emergente corresponsal, entre el nuevo patrón que asciende al Poder y los clientes o gobernados, que asociados esperan recibir –por sus votos y sus aportes- el cumplimiento de ofertas, cuotas de poder, incluso revancha frente a los salientes. (Claramente atacados por corrupción) El grave peligro de este “cuasicontrato’ –al margen de la Ley y que no necesariamente significa ilegal- es que en una sociedad volátil como la nuestra y con el fantasma de la ingobernabilidad resurgiendo, rápidamente podría degenerar en mas corrupción si se realiza o deserción si no se lo hace.
Y por qué hago énfasis en esto. El modelo de gobierno que implemento Rafael Correa vio en la discrecionalidad y reversibilidad del esquema normativo ecuatoriano la gran oportunidad de dar cambios de timón acordes a las necesidades del momento, del partido y finalmente del hombre que se ciñe la banda presidencial, por tanto, sacrificar la Constitución y las Leyes no ha sido jamás una preocupación para este ex - gobernante y estos sacrificios de la seguridad jurídica le han valido – si no ha participado en el atraco- niveles de corrupción históricos con posibles condenas a altos miembros de su gobierno, proporcionales a su ascenso. En medio de todo esto, hay algo cierto, el capital social de Correa fue inmenso durante casi todo su gobierno; esto le permitió irse alejando del modelo democrático hasta convertirlo en una dictadura populista refrendada por votación popular, lo que le hacía parecer legítimo a los ojos de la mayoría.
El primer paso importante es retornar sobre el cumplimiento de la Ley, sin escatimar en el rigor de esta cuando se trate de cumplir ofertas de campaña por una parte y por otra; no entrar en el juego del clientelismo que siempre es excluyente y generador de rencores que se acumulan.
Precisamente esta característica de tal conducta clientelar es la que más le ha pesado a los partidos tradicionales o Partidocracia -de nuevo, a la usanza de la semántica correísta-. Si bien el clientelismo no es sinónimo de corrupción, tampoco se diferencia mucho de ella y es por ello que el pueblo, que no distingue uno de otro, no ve con buenos ojos esta práctica, que existe incluso en democracias más solventes y maduras que la nuestra y se ha adaptado a las circunstancias de cada época.
A la gente no le importa si las leyes son más duras con unos que con otros, que se desarticularan los medios de comunicación, la falta de fiscalización de la Asamblea Nacional; no saben qué hace ni para qué sirve el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, que función tiene el Contralor, por que llevaba un mismo individuo doce años en el cargo y recién hasta ahora han revelado las cifras tan escandalosas de corrupción solo en algunas entidades estatales; nunca cuestionan que el Fiscal General haya tenido nexos con el gobierno antes de su selección, ni siquiera que siendo autoridad de control sea también pariente del ex - Presidente; cuáles son las funciones del Consejo de la Judicatura y por qué sus miembros formaron parte del poder ejecutivo antes de ingresar al judicial; a la gran mayoría le bastaba que los servicios de salud eran de más fácil acceso, las carreteras ampliadas y funcionales, las grandes inauguraciones de proyectos hidroeléctricos y todas esas maravillosas apariencias que daban cuenta de un país floreciente y lejano a la crisis que ya se empezaba a notar en Venezuela.  El capital social de Correa fue el resultante de la suma de todos los excluidos en el juego clientelar de la vieja política, el residuo de una repartición desequilibrada de favores entre los grupos de poder que lo controlaban todo y los ciudadanos que no significaban nada, sino hasta la próxima elección.  En este juego donde hemos perdido diez años en manos del populismo, todos tenemos responsabilidad por acción u omisión.
E posible que no sea necesaria la reclamación de espacios sino más bien, que ocurra el convite espontáneo del ejecutivo, por encontrar en diferentes agrupación un referente moral motivo de celebración, en medio de tantos cheques en blanco que vuelan en las propuestas de los candidatos en este momento.

Cardenisa.

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