Las noticias revelan espeluznantes datos sobre la
corrupción que ha consumido al anterior gobierno, cifras que superan la
imaginación más tenebrosa de cualquier miembro de oposición o ciudadano y
dentro de este enfermizo universo, encontramos flotando –a ratos desorientado-
al Presidente de la República, que acaba su mandato casi casi forzando el
cierre sobre la última hora, defendiendo a sus posibles sucesores –herederos de
la revolución ciudadana- que se debaten entre los cuestionamientos de diverso
orden por parte de la opinión pública.
Manejar el discurso por ejemplo, que el dinero
recibido en calidad de coimas, no afecta al Estado, solamente puede decirnos
que la corrupción es campante y que al Ex - Presidente ni siquiera le interesa
disimular o, por el contrario, que al primer ciudadano no se le ha dado clases
elementales de administración pública y por eso contribuye con sus
declaraciones a semejante despropósito.
El gobierno correísta que tristemente nos dejo, ha
tenido –hasta su fin- una gran capacidad de manejar el enorme capital social
que acumuló a través del bombardeo mediático permanente sobre los ciudadanos
que confiaron en él, cansados de treinta años de exclusión y la participación
dominante de los partidos tradicionales con el subsecuente clientelismo
político, en pocas palabras, el periodo mesiánico de diez años es una
consecuencia y no la causa –como muchos erróneamente sostienen- del cansancio
del pueblo. Ya con Lucio pudimos ver que
se fermentaba el descontento contra los partidos, con el voto de castigo que
luego se convirtió en otra desilusión, pues Gutiérrez siguió la suerte de su antecesor,
contra quien contribuyó en el forzamiento del abandono de la silla de
Carondelet.
Como ganarle la batalla a este fenómeno es una
excelente pregunta, pues ahora mismo nos encontramos con un nuevo presidente,
donde muchos cifran sus esperanzas, porque hay que reconocer un hecho, EL
CAPITAL SOCIAL DE RAFAEL CORREA FUE MUY GRANDE, y ahora ya ni gravitante.
Y con este trajín, observamos a muchos posicionándose
del lado de Moreno, generalmente a través de agrupaciones más o menos
organizadas, procurando obtener para después, el tan esperado intercambio que
les conceda sus demandas, el que por ahora demuestra claros continuismos. Pongámosle
el nombre que le corresponde.- CLIENTELISMO POLITICO.
Una definición aproximada sería intercambio de
favores, de regalías post proselitistas, gratitud emergente corresponsal, entre
el nuevo patrón que asciende al Poder y los clientes o gobernados, que
asociados esperan recibir –por sus votos y sus aportes- el cumplimiento de
ofertas, cuotas de poder, incluso revancha frente a los salientes. (Claramente atacados
por corrupción) El grave peligro de este “cuasicontrato’ –al margen de la Ley y
que no necesariamente significa ilegal- es que en una sociedad volátil como la
nuestra y con el fantasma de la ingobernabilidad resurgiendo, rápidamente podría
degenerar en mas corrupción si se realiza o deserción si no se lo hace.
Y por qué hago énfasis en esto. El modelo de gobierno
que implemento Rafael Correa vio en la discrecionalidad y reversibilidad del
esquema normativo ecuatoriano la gran oportunidad de dar cambios de timón
acordes a las necesidades del momento, del partido y finalmente del hombre que
se ciñe la banda presidencial, por tanto, sacrificar la Constitución y las
Leyes no ha sido jamás una preocupación para este ex - gobernante y estos
sacrificios de la seguridad jurídica le han valido – si no ha participado en el
atraco- niveles de corrupción históricos con posibles condenas a altos miembros
de su gobierno, proporcionales a su ascenso. En medio de todo esto, hay algo
cierto, el capital social de Correa fue inmenso durante casi todo su gobierno;
esto le permitió irse alejando del modelo democrático hasta convertirlo en una
dictadura populista refrendada por votación popular, lo que le hacía parecer
legítimo a los ojos de la mayoría.
El primer paso importante es retornar sobre el
cumplimiento de la Ley, sin escatimar en el rigor de esta cuando se trate de
cumplir ofertas de campaña por una parte y por otra; no entrar en el juego del
clientelismo que siempre es excluyente y generador de rencores que se acumulan.
Precisamente esta característica de tal conducta
clientelar es la que más le ha pesado a los partidos tradicionales o
Partidocracia -de nuevo, a la usanza de la semántica correísta-. Si bien el
clientelismo no es sinónimo de corrupción, tampoco se diferencia mucho de ella
y es por ello que el pueblo, que no distingue uno de otro, no ve con buenos
ojos esta práctica, que existe incluso en democracias más solventes y maduras que
la nuestra y se ha adaptado a las circunstancias de cada época.
A la gente no le importa si las leyes son más duras
con unos que con otros, que se desarticularan los medios de comunicación, la
falta de fiscalización de la Asamblea Nacional; no saben qué hace ni para qué
sirve el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, que función tiene
el Contralor, por que llevaba un mismo individuo doce años en el cargo y recién
hasta ahora han revelado las cifras tan escandalosas de corrupción solo en
algunas entidades estatales; nunca cuestionan que el Fiscal General haya tenido
nexos con el gobierno antes de su selección, ni siquiera que siendo autoridad
de control sea también pariente del ex - Presidente; cuáles son las funciones
del Consejo de la Judicatura y por qué sus miembros formaron parte del poder
ejecutivo antes de ingresar al judicial; a la gran mayoría le bastaba que los
servicios de salud eran de más fácil acceso, las carreteras ampliadas y
funcionales, las grandes inauguraciones de proyectos hidroeléctricos y todas
esas maravillosas apariencias que daban cuenta de un país floreciente y lejano
a la crisis que ya se empezaba a notar en Venezuela. El capital social de Correa fue el resultante
de la suma de todos los excluidos en el juego clientelar de la vieja política,
el residuo de una repartición desequilibrada de favores entre los grupos de
poder que lo controlaban todo y los ciudadanos que no significaban nada, sino
hasta la próxima elección. En este juego
donde hemos perdido diez años en manos del populismo, todos tenemos
responsabilidad por acción u omisión.
E posible que no sea necesaria la reclamación de
espacios sino más bien, que ocurra el convite espontáneo del ejecutivo, por
encontrar en diferentes agrupación un referente moral motivo de celebración, en
medio de tantos cheques en blanco que vuelan en las propuestas de los
candidatos en este momento.
Cardenisa.
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